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Fumar y tomar
Categoría | Balance y Control
12/04/2016

Fumar y tomar

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¿Es bueno hacerlo? La respuesta tiene dos letras: NO.
Fumar produce cáncer. Está comprobado mundialmente y no sólo el que fuma se está matando, sino que puede estar colaborando en la muerte de los que le rodean y no fuman. Pensemos por una vez que los alvéolos de los pulmones están concebidos para otra cosa muy distinta que recibir el humo del tabaco y que éste por sus componentes nocivos hace que se degeneren y mueran. Y esa es solamente una de las consecuencias, porque hay muchas más que terminan con la muerte de la persona. Sobre lo malo del tabaco se ha escrito mucho, se restringe su venta y se avisa públicamente del peligro mortal que significa fumar.

Tomar un poco de alcohol no es malo. Pero ojo: un poco.
No se trata de ingerir alcohol y emborracharse o convertirse en lo que es un adicto, como suele pasar con los bebedores habituales. El alcohol necesita ser metabolizado por el organismo y en cantidades, es imposible que esto suceda, convirtiéndose en un veneno que ataca diversas partes del cuerpo; destruye las neuronas (cuando se ha tomado y uno no recuerda lo ocurrido, por ejemplo, lo que sucede es que ha muerto determinado número de neuronas) y pone al ser humano en una posición de debilidad total.

Beber puede ser placentero, pero hacerlo en exceso hace que uno llegue a perder la conciencia y, sí, morir. La cantidad de accidentes de automóvil que ocurren, producidos por conductores ebrios y la secuela que dejan en desgracia no sólo material, sino en personas, llegando hasta la muerte de inocentes y a veces la misma del causante, es noticia alarmante y trágica.

“Si toma no maneje”: lo que se debe hacer es no tomar.
Un vasito de vino, un brindis, vaya y pase. Pero... ¿más? ¿Para qué? ¿Para sufrir luego las consecuencias que son de todo tipo? Hay que reflexionar y saber decir “¡no!”

Fumar y tomar en exceso: dos maneras de hacerse daño, dañar a los demás y terminar por lo general en la muerte. ¿Vale la pena eso? Reflexionemos un poco y nos daremos cuenta.

No hay que fumar ni tampoco tomar (y menos en exceso), para respetar la propia vida y la de los que nos rodean.

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